martes, 6 de noviembre de 2007

FILM "SER O TENER"

La vida en los tiempos del aprendizaje
Ser y tener"
Être et avoirFrancia, 2002, 104'DirecciónNicolas PhilibertFotografía:Katell Djian y Laurent DidierMúsica:Philippe HersantMontaje:Nicolas PhilibertProtagonistas:Georges Lopez, Jessie, Jonathan, Guillaume, Laura, Axel, Létitia, Johann, Olivier, Jojo, Alizé, Julien, Nathalie, Marie
GéneroDocumentalEstreno en Argentina30/10/2003

"Ser y tener" transcurre en una escuela y sus protagonistas son un maestro y sus alumnos, pero no se trata de un testimonio sobre el estado de la educación en Francia ni de un examen del proceso de la enseñanza. Es sólo el registro -sereno, minucioso, sensible- de unos cuantos episodios sucedidos en el transcurso de un ciclo escolar. Nada más. Nada menos.
Ni el propio Georges Lopez, el maestro del caso, ni los padres y vecinos del remoto paraje de la región de Auvernia donde se filmó el documental podían creer que pudiera hacerse un film con un asunto "tan frágil, tan poco espectacular". No veían, como el realizador Nicolas Philibert, cuánto drama, cuánta comedia, cuánta vida cabe en cualquier rinconcito donde un maestro y un grupo de chicos renuevan el eterno fenómeno del aprendizaje.
Un deber de matemática que compromete a toda una familia en torno del escolar puede ser toda una epopeya; el lento entrenamiento en la convivencia con el compañero al que se detesta (o se teme), un arduo paso en la distinción entre las propias fronteras y el respeto hacia el otro; la primera aproximación de un chiquitín a la noción de infinito, una aventura fascinante; la perspectiva de abandonar la acogedora intimidad de la pequeña escuela de aula única para ingresar en el colegio secundario, institución grande, anónima y burocrática, un ensayo de la incorporación al mundo adulto, siempre ancho y ajeno.
Philibert eligió una escuela de campo, una de las últimas de clase única que aún quedan en Francia, con un maestro, estricto pero sereno y paternal, y su heterogéneo alumnado, que abarca desde los chicos de preescolar hasta los que están cursando el último año de primaria. Pasó allí el tiempo necesario para que todos se familiarizaran con la cámara y el pequeño equipo y para poder registrar la actividad cotidiana tal como iba desarrollándose y con muy pocas interferencias: apenas una breve entrevista al maestro y un par de situaciones sugeridas o provocadas. Del resultado de su paciente tarea extrajo estas dos horas de pura emoción.
No siempre se tiene conciencia (a veces ni siquiera la tienen los propios maestros) de que la experiencia escolar supone bastante más que aprender a leer, escribir y hacer cuentas. Philibert no lo ignora y por eso su film está atento a todos los sucesos que revelan el hecho educativo, ya se trate tanto de aprender a contar, a cocinar o a escribir al dictado como a compartir juegos, a respetarse a sí mismos y a los demás y a expresar miedos y preocupaciones. Por supuesto, se observa el progreso de la relación que el maestro establece con sus alumnos, parte fundamental del fenómeno, y se va un poco más allá, al encuentro de las familias de esa comunidad de agricultores comprometidos con la formación de sus hijos. Para que puedan desarrollarse y ser felices, como le dice al maestro la madre de una de las chicas.
El compromiso afectivo con el tema elegido, la delicadeza y la sensibilidad de Philibert se manifiestan de muchas maneras: en la distancia justa y la mirada respetuosa con que se aproxima a la realidad que quiere retratar; en su sutil registro del ambiente (es espléndida la metafórica escena inicial en medio de la nieve) y del paso del tiempo; en el montaje que atiende a la emoción pero soslaya la sensiblería; en su discreta mediación para ingresar en la historia personal del maestro, que se encuentra próximo al retiro y cuyo estado interior emerge casi sin querer en medio de un dictado, cuando interrumpe una frase para preguntarse cuántos momentos similares habrá vivido a lo largo de su carrera.
Por muchos caminos diferentes y sin recurrir nunca al discurso, Philibert se aproxima a la esencia del fenómeno educativo, al acto amoroso que supone prestar ayuda en el dificultoso proceso de aprender y crecer. Lo admirable es que lo logra a través de un trabajo de naturaleza documental al que se asiste con el mismo compromiso y la misma adhesión emotiva que suscita una historia de ficción. Y aunque no se pierde la noción de que se trata de seres reales, el maestro que está por jubilarse y los chicos que forman su última clase terminan por convertirse en personajes de una historia enternecedora, risueña y vital, la historia de un ciclo escolar que conmueve por lo que narra y por los ecos que su alcance universal sabe despertar en el ánimo de cada uno. Esa singular propiedad y la encantadora transparencia de los chicos (Jojo, en especial) deben de haber sido determinantes del formidable éxito que el film obtuvo en Francia. Por cierto, muy merecidamente.


Ser y tener

Crecer y educarse en el campo

En un mundo en el que la población del planeta se aglomera en un 60 % en grandes ciudades, a veces los urbanos olvidamos el mundo rural. Un espacio humano conquistado a la naturaleza, pero en el cual la convivencia obliga a una relación no exenta de dureza. Ser y tener puede calificarse de un proyecto documental sobre la escuela rural, la escuela unitaria en la cual alumnos de diferentes edades conviven con su profesor. El film no tiene protagonistas de película, aunque sus protagonistas reales consiguen dar alma a un film lleno de humanidad. Niños de entre 4 y 10 años arropados por un ejemplar profesor vocacional con 35 años de experiencia y a punto de jubilarse. Un hombre que, más allá de recitar dictados, enseñar a dibujar o a aprender a leer y a escribir, todo en una misma aula, acompaña en estos primeros años de aventura vital a unos niños a los cuales la vida ha situado en un medio duro. Un medio en el cual con diez años un niño se maneja con sultura sobre el tractor. Sin embargo, Ser y tener es también un homenaje a la naturaleza. Una naturaleza que acompaña en todo momento el ciclo vital de sus personajes. Empieza en el rigor del invierno y termina con el griterío estival de los vencejos sobre campos segados. El macizo central francés, en concreto el pueblo de St. Eitenne Aur Usson, de la comarca del Puy de Dôme ofrece una escenario rural puro y limpio. Un escenario en el cual sus habitantes no viven ajenos a la tecnología como el ordeño automático de las vacas. Pero, esencialmente, la vida transcurre al ritmo que marca la naturaleza. El director, el cineasta autodidáctica Nicolas Philibert crea un lenguaje rítmico, excelente y profundo que refuerza sin miedo con imágenes casi inmóviles oteando el exterior de la ecología en acción.
Ser y tener es también un paseo por el descubrir de la vida en la tierna infancia, tanto si se trata de la necesidad de lavarse bien las manos después de dibujar, como de la complejidad de enfrentarse a dejar el regazo de la escuela familiar para asistir a la escuela convencional. Mientras, los árboles se mecen cargados de nieve, los cereales bailan al son del viento y el sol de pone con magnificencia sobre un relieve dulce, pero inflexible. En definitiva, poesía cinematográfica sacada de la espontaneidad de una cámara metida en una aula pequeña como un puño. Sin embargo, en ella la vida bulle con intensidad contando las experiencias cotidianas a lo largo de un ciclo escolar. La fusión de los niños con la naturaleza tiene un poderoso simbolismo. No es un film de ficción, porqué muestra la vida de personajes reales que viven al compás de una cámara que parece inexistente, pero casi fabula al captar la esencia de cada personaje. Desde la mocosa Alizé, al despierto Jojo, a los rivales Olivier y Julien, pasando por la inquieta Marie, de origen asiàtico, a la compleja Natalie, por sólo citar algunos de los pequeños protagonistas. Pero, todos ellos caminan en terreno firme del positivismo de su profesor que siendo real parece angélico.


Curiosidades...
Ser y tener se estrenó en el 2004 en España y comparte cartelera con La sonrisa de Mona Lisa con Julia Roberts, esta vez metida a profesora. Sin embargo, entre la belleza postiza de la actriz estadounidense y la veracidad del verídico Georges López, la de éste último es más gratificante. Lástima que este cine inteligente no invada nuestros cines con el mismo fulgor que la cursilería.
Los cineastas más interesantes no son siempre los que cumplen sus proyectos al pie de la letra sino los que terminan haciendo otra cosa. Tal es el caso de Nicolas Philibert, quien convirtió sus ganas de hacer algo con el aprendizaje en una película que va mucho más allá de tizas y pizarrón.
Ser y tener comienza temprano con el contrapunto de un afuera áspero –vacas arriadas por hombres y mujeres en medio de una tormenta de nieve– y el interior extático de un aula vacía. O mejor, con una camioneta cargada de niños semidormidos que avanza rauda por caminos escarchados y dos tortugas que se arrastran perezosas dentro de la clase buscando refugio antes de la llegada de los más pequeños. Aunque, ¿quién podría asegurar que las tortugas son perezosas? Nicolas Philibert, para quien el tiempo más que una carrera de velocidades es la respiración pausada y hasta morosa del crecimiento, seguramente que no.
El esfuerzo de haber visitado más de cien escuelas de este tipo –establecimientos de un aula única en donde se enseñan todos los niveles– no fue en vano ya que el realizador dio, sin lugar a dudas, con el "laboratorio" ideal: un espacio amplio y luminoso en donde se pudo prescindir del empleo de luz artificial, un número reducido de alumnos –no más de quince– para posibilitar la fácil identificación de cada uno de ellos, un rango amplio de edades –desde infantes de guardería hasta niños que están por pasar al secundario– y un hombre de unos 55 años que luego de haber trabajado nada menos que 35 se halla al borde del retiro: "Monsieur López". Si bien el film no descansa exclusivamente en la figura de este educador, la verdad es que su autoritarismo púdico de monje zen da a la construcción un aura de singular sutileza.
Como en tantos films en los que no se trabaja con actores (Robert Bresson lo sabía bien) el efecto de realismo es, valga la redundancia, mucho más verdadero. Más aun tratándose de niños, entre los cuales los más chicos, como bien reconoce Philibert, seguramente nunca hayan entendido de qué se trataba todo aquello. Sin embargo la cámara no se abusa de esta fragilidad sino que, muy por el contrario, mantiene una distancia prudente, sobria, incluso en los momentos de dramatismo en que los chicos confiesan alguno de sus problemas personales.
El montaje alterno que intercala exteriores con interiores de clase brinda al espectador el recreo que también los niños necesitan. Los dictados con sus abismos entre palabra y palabra, la tensión de la muñeca al trazar una primera letra que poco se parece a su modelo, el silencio infinito de la respuesta ignorada que exige el maestro no siempre remiten a los días más felices de la infancia.
Arboles enfundados en nieve, vacas que miran fijo a cámara, cocinas estrechas en donde los padres, las más de las veces inútilmente, intentan ayudar a sus hijos en la tarea escolar son el contrapunto ideal para lograr una pintura justa de este pueblo de montaña. No hay televisión, radio, diarios, ni nada durante los 104 minutos de película que conecte con algo más allá de las cadenas de piedra. A nadie parecería importarle realmente lo que pudiera suceder en otra parte. Y las vacaciones, como dicen los niños, ¿por qué tendrían que ser mejor en Tahití?
A medida que se acerca el final del film, y de las clases, se instala el verano y con él todo se vuelve más exterior, más desaprendido: ventanas abiertas, lecciones al aire libre, una excursión... Parecería que el maestro supiera bien cómo prepararse para la despedida. Y llega el último día y la hora de dejarlos ir, como en toda enseñanza que se jacte de saludable; y Monsieur López no necesita soplar hacia adentro para que a todos nos quede claro que está triste

domingo, 4 de noviembre de 2007

ANÁLISIS DEL ESPACIO


SIMBÓLICO







INFORMATIVO




JUEGOS SIN JAULA


La jaula es una metáfora representativa del aula; donde se coharta la libertad de las personas. en él, los alumnos y alumnas son un producto elaborado siguiendo unas pautas concretas. Donde la única barrera que se puede traspasar es el espacio recreativo donde se pasa a la libertad espiritual, imaginativa t creativa pero siempre en un espacio estipulado por un factor tiempo y por la zona espacial en sí que delimita el recreo.


la única manera de lograr un pensamiento libre y creativo sería eliminando esa jaula y convertirla en un espacio creativo, imaginativo, estimulante e instructivo como es el recreo.


Se trata de ver el concepto de educación más allá del aula; de divertirnos aprendiendo y dejar a un lado una educación de mercado en la que lo único que interesa es el factor producción y reproducción como bien observamos en la película de Charles Chaplin. Y tomar las riendas de la educación desde un punto de vista de construcción social en la que cada una de las personas cuenta; así como sus ideas, opiniones, inquietudes,ect.

DINÁMICA4: EL ESPACIO


En la dinámica de hoy hemos estado haciendo una síntesis de todos los puntos de vista desde los que se puede mirar el concepto de espacio.

1. ¿QUÉ ES EL ESPACIO?Primero tomamos el punto de vista más filosófico y general. Según Bruno, no es necesario investigar si detrás de nuestra visión finita (el cielo), hay vacío,... un lugar, porque hay un lugar general, donde hay infinitos globos.

Luego tomamos el concepto de espacio desde lo geográfico, lo físico. lo que nos limita nuestra dimensión.
En cuanto a lo personal, se limitan momentos de interrelación entre las personas.
Desde el punto de vista de la hipermedia, el individuo crea este espacio, lo modifica, lo destruye,.... Es un nueva visión que cambia tanto el concepto de espacio como el de tiempo, ya que van íntimamente relacionados.

2. LAS ZONAS (CONTEXTUALIZACIÓN)

3. EL ESPACIO Y LAS ORGANIZACIONES

(proximamente se colgará en el blog)